Café
camarada,
que yo no podía ser un segundo tú,
esa senda no era para mi.
Hacer carrera meteórica en juventudes,
llevar pin del partido primero,
chaqueta y corbata a juego luego,
tener la lengua marrón,
esgrimir falsas sonrisas
tras largos discursos vacuos,
quizás, lo habría soportado.
Es una simple hazaña de estómago.
Pero a lo que no me apunto ni borracho
es a calentar silla mientras policías
expulsan familias a la puta calle,
a dictar leyes para los de arriba
con el voto de los en medio,
perdón, quería decir pisoteados;
a reírme de esa justicia que llega
tarde y mal, muy posiblemente nunca;
a bostezar ante los telediarios,
ni a desayunar en el Congreso.
Que todas mis entrañas detestan el café
de sobre.
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